Mito Arte y Filosofía Guaraní



JORGE ALBERTO PAREDES

KAARAPEPO



Mito – Arte – Filosofía Guaraní



Arakae imiari ñaneramii reta oyemboipi ramo oyecha tekove regua yave oyeapo mbaraviki reta yemboavai mbaereve tëtape. Jokuae arasa rupi kuimbae reta oekase tembiu reta ñana rupi, okese reta ñana rupi aniramo oyapo reta mbaraviki jare kuña reta oyemambekose mbaeapore oyapo reta tembiu jare oyangareko sambiai retare.

Cuentan los abuelos – ñaneramii reta - que en los primeros tiempos la vida de nuestra gente transcurría normalmente entre los quehaceres de la vida en comunidad. En esos antiguos tiempos los hombres salían en busca de alimentos (internándose en el monte o trabajando sus cultivos) y las mujeres afanaban con la preparación de alimentos y el cuidado de los hijos.

Dicen que una tarde casi haciéndose de noche, los niños jugaban alegremente y sin preocupación, cantando y corriendo por los patios (Oka) de las casas -. Cuando llego la noche las mamás llamaron a los niños para que regresen a sus casas, éstos muy entretenidos en sus juegos y cantos, pidieron quedarse un poco más disfrutando de sus juegos bajo la luz de la Luna - Yasi, solicitud que fue reiteradamente negada por las mamás que le pedían que se apuren porque se hacía de noche y llegaba la oscuridad. Los niños siguieron con sus entretenimientos mientras la noche avanzaba.


Las mamás decidieron dejarlos con su capricho y quisieron darles una lección cerrándoles las puertas de las casas. Cuando los niños decidieron volver, las puertas estaban cerradas y sintiéndose autorizados continuaron con sus juegos. Entre los cantos que acompañaban los juegos, alguien naturalmente entonó un mbirae– canto sagrado – que llegó hasta los oídos de Ñandu Tüpa – el dios Ñandu – Este conmovido por el canto, sintió el llamado de sus crías. Ñandu Tüpa vio a los niños y los alzo a todos llevándolos hasta el cielo, sin que nadie se diera cuenta.

Al amanecer, grande fue el asombro de las mamás al descubrir la ausencia a sus hijos, los buscaron sin descanso no encontrando consuelo por tan grave pérdida. Una niña que se quedó porque se encontraba en el periodo de guarda – yemondia – cuando salió de su encierro, buscó a sus amigos y hermanos, cayendo en profunda tristeza al no encontrarlos.

En ese entonces, la madre de la niña se encontraba elaborando una vasija – yambui – de barro junto a su hermanita pequeña. Para concretar su obra le pidió que cuidara de la niña pequeña mientras concluía su labor. La niña salió con su hermanita en brazos y empezó a caminar y entonando un mbirae – canto sagrado – logró también llamar la atención de Ñandu Tüpa. Justo en ese momento la madre se percató de la situación y corrió para detener la intención de Ñandu Tüpa de llevarse a las niñas. Se agarró fuertemente de los dedos de la hija mayor para arrebatarla de sus garras consiguiendo quedarse sólo con sus dedos.

La gran ave cumplió con su cometido y se llevó a las niñas, pegándolas en el cielo junto a sus otros hermanitos. Los niños y las niñas que fueron arrebatados se convirtieron en estrellas, con las que se formaron constelaciones, repitiendo en el cielo las mismas acciones que los niños realizaban cuando estaban en la tierra.

Los niños jugaban y cantaban y la niña con su hermanita en brazos cantaba buscando a sus hermanos menores.
El mito expresamente muestra que lo que existen en la tierra se refleja en el cielo  “… en el cielo las estrellas forman figuras que asemejan a animales, objetos y acciones como el venado, tapir, arado, karapua, iroi, eichu". 

Las madres lloraron desconsoladamente encima de los dedos de la niña, que fueron puestos en la vasija de barro – yambui – construido por la madre, en el que fueron velados y llorados sus restos,
en memoria de los hijos desaparecidos. La vasija rellena de tierra sirvió como féretro donde enterraron los dedos de la niña. Día y noche lloraron las madres, encima del yambui, pidiendo sin cesar el regreso de sus hijos.

Las lágrimas de las madres regaron la tierra, humedeciéndolas con su dolor. Nuestro Padre - Ñanderu guasu compadecido con el sufrimiento de su pueblo, hizo nacer de esa tierra, unos brotes de la planta del maní – munduvi – asemejando la forma de los dedos y convirtiéndose en alimento de nuestra gente, para el recuerdo eterno de los hijos que se llevó Ñandu Tüpa.

En las noches estrelladas, los viejos miran al cielo recordando a sus hijos. Es en la vía láctea – Yandu rape – donde se puede apreciar al ñandú coronado por la estrella del sur y a su alrededor a los niños que siguen jugando y cantando y la niña que cuida de su hermanita buscando no alejarse mucho de los otros niños de la comunidad.

En el cielo estrellado se reflejan todas las acciones de la gente aquí en la tierra, sus trabajos, sus caminos, la vida y la muerte. Lo que sucede en la tierra también pasa en el cielo, así dicen las abuelas.

Este relato fue contado de generación en generación, de labios a oídos, para que todos recuerden la indisoluble unión entre lo sagrado y la vida cotidiana. La relación inseparable entre lo espiritual y lo material.

Las mujeres son el centro de la vida comunal y familiar, alrededor de ellas se desarrollan las principales acciones que hacen a nuestra cultura: el idioma, los cultivos, la comida, cuentos y cantos, música y trabajo. El monte – Kaa – tiene espíritus protectores que son la expresión femenina de la divinidad – estas son las Iya reta – Todo en la naturaleza tiene iya – una dueña. Aún decimos al monte Ñande Yari – nuestra abuela – y al río Chesi – Mi mamá.

Ñanderu guasu ha escogido a las mujeres para que sean las portadoras del conocimiento y la sabiduría, a ellas les encargo la palabra y el arte, como expresión de su propio pensamiento. Algunos comprenden que Kuña – es un término que hace referencia a la lengua del espíritu – Ku lengua y ïa espíritu. La mujer es la portadora del Ñee – la palabra -

En consecuencia, las mujeres dan vida a nuevos seres y con sus manos dan forma a las ideas que en sueños Ñanderu guasu les enseña.

Cuentan que una vez, Ñanderu Guasu se le apareció a una mujer, en forma de Mboi – serpiente y le enseñó a tejer, con símbolos que recordarían por siempre el origen de la comunidad, la sabiduría profunda que viene del cielo y se refleja en la tierra.

Así nació el Karapepo – tejido que va uniendo triángulos en distintas posiciones, unas veces formando rombos y otras semejando caminos como los trazos que se ven en la piel de la serpiente.

El Karapepeo – es el Kaa – Monte - que se conecta con el Ara – Cielo - por medio de las alas – Pepo - que son la cultura – mundo espiritual – Ñande Reko - que vuelan desde tiempos inmemoriales, uniendo el pasado con el futuro – lo espiritual con lo material – lo divino con lo humano. Este es el Karapepo – un diseño que sirve como medio para conectarse entre el cielo y la tierra – entre el pasado y el presente. Un presente que es futuro y que es pasado.

“En el texto de Elio, Kuña mbaapo regua, también hay otra interpretación, que habría que ver: Karapepo viene o es las alas del carcancho – Kara kara es una onomatopeya por como canta el carcancho. Otra interpretación que dá Elio, representa al mundo de arriba, a la razón y el de la serpiente es el “moichi”.

El Karapepo tiene una dimensión filosófica y otra organizacional. En este símbolo se expresa el pensamiento cultural guaraní y la estructura de su organización familiar y comunal. En este gráfico el triángulo se plantea como una representación de la estructura social compuesta por sus líderes – mburuvicha reta – acompañados de sus consejeros – ñee jare arakua iya reta – ipaye reta y kereimba reta – unidos por sus base que son las familias – ñande rëtara reta - . Este triángulo, se refleja como las estrellas en la laguna, frente a otro de similar proporción y estructura formando un rombo. Este es el principio fundamental, todo tiene dos caras, dos lados semejantes y equidistantes. Nunca nadie es superior a nadie. Todos somos iguales y nos reflejamos unos a otros, como la tierra se refleja en el cielo y viceversa.

Son tres hilos que se entrelazan, uno que va de arriba abajo, otro que atraviesa desde la izquierda y otro que se trenza desde la derecha. Son tres los cerros sagrados, lugares de peregrinación para encontrarse con la sabiduría, tres los componentes de la familia y en tres segmentos se conforma la organización: mburuvicha reta, arakuaa iya reta y kereimba reta.

Al igual que las tejedoras, la sociedad guaraní va entrelazando sus sueños, construyendo su cultura, basada en principios de convivencia y valores que son heredados, como el mboroaiu - amor, yoparareko - solidaridad, yopoepi – reciprocidad y el ñomboete – El respeto por el otro y su libertad de ser y existir.

La naturaleza del ser guaraní se expresa en el término Iyambae – sin dueño – libre de pensar y hacer. Reconociendo sus raíces que están ancladas sólidamente a su territorio y unidas espiritualmente al cielo, en su búsqueda y construcción de la Tierra sin mal – Ivi marae – Vida plena para todos.

La búsqueda de la Tierra sin mal – es una manera de ser constante – es la decisión de seguir siendo – tal como lo enseñaron los abuelos y la manera en la que nos proyectamos en el tiempo.

Todo esto está escrito en el Karapepo, un símbolo que da cuenta de los tiempos primigenios y que se convierte en estrella – Yasitata - que guía el destino de las nuevas generaciones.

El Karapepo es una estrella – Yasitata – que nos señala el pasado que es futuro y describe nuestras maneras cotidianas de organización y conformación social.

El Karapepo está en los tejidos pero sus trazos se reflejan también en las vasijas – yambui – y en las máscaras que traerán a los viejos – ñaneramii reta – a compartir con nosotros en el Gran Verdadero Día – el Arete guasu – momento incomparable para recordar a los que se fueron y celebrar con los que están, los logros de nuestros esfuerzos, las victorias y las derrotas, las alegrías y las penas.

Por eso se teje tradicionalmente el Karapepo en blanco y en negro, así como es la luz y la oscuridad, la vida y la muerte, lo bueno y lo malo, lo sencillo y lo complejo, el antes y el después. El negro y el blanco es el contraste de la vida misma. Son los caminos sinuosos, entre subidas y bajadas que han recorrido nuestros ancestros para heredarnos la tierra, nuestra tierra.

El Karapepo expresa una unidad simétrica en sus formas, hacia adentro familia y comunidad y a los costados caminos y encuentros. El rombo tiene cuatro lados como las cuatro estaciones y seis puntas arriba y seis puntas hacia abajo, dos mitades que se unen como los doce meses del año. Dos ciclos, uno que trae la lluvia y otro la sequía, un tiempo de siembra y otro de cosecha. Un tiempo para el trabajo y otro para la fiesta. La complementariedad necesaria para encontrar la armonía.

El Karapepo es una expresión artística y poética que dejaron nuestros abuelos, para que a través de sus formas unamos el mito con la realidad. Transportándonos en el tiempo donde nos reconocemos unos a otros como partes de una sola familia. La familia guaraní se une con el símbolo del Karapepo.

El Karapepo nos identifica y es la forma en la que sin dejar nuestra cultura nos acercamos a los otros, a los que son diferentes, tendiendo puentes para cruzar los ríos de discriminación y dominación, por los que hemos sido obligados a navegar.

Estos dibujos son la manera de escribir, a través de estos diseños podemos contar las historias de nuestra comunidad, recordar los mitos y leyendas, recuperar nuestras formas de organización y expresar nuestra espiritualidad.

Así dijeron los abuelos…


Territorio Guaraní 2019

Fuente:

Benjamín Cuéllar – Educador y dirigente
Antonio Méndez – Arakuaaiya - Comunicador
Roberto Moreno – Artesano

Comentarios

  1. MUCHAS GRACIAS POR ESTE BLOGG! ESTOY APRENDIENDO MUCHO! UN ABRAZO DESDE ARGENTINA JUJUY!

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